La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el autocuidado como la capacidad de las personas, las familias y las comunidades para promover y mantener la salud y para prevenir enfermedades y hacerles frente con o sin el apoyo de un trabajador de la salud o asistencial.
En el marco conceptual de la OMS sobre las intervenciones de autocuidado figuran elementos básicos procedentes tanto del enfoque centrado en las personas, como del enfoque basado en los sistemas de salud, apoyándose siempre en los principios fundamentales de derechos humanos, ética, inclusividad e igualdad de género. Un entorno propicio tiene elementos, más allá de los propios servicios de salud, sobre los que hay que prestar atención para que las intervenciones de autocuidado puedan aplicarse adecuadamente. Entre ellos se encuentran los sectores de la educación, la justicia y los servicios sociales, ya que las intervenciones de autocuidado se utilizan mayoritariamente fuera de los servicios formales de salud. Por ejemplo, es importante que las personas tengan suficiente educación, salud y, a veces, alfabetización digital para comprender la información relativa a las intervenciones de autocuidado y para tomar decisiones sobre su uso con conocimiento de causa.
De esta definición e ideas introductorias podemos inferir que hablar de autocuidado incluye siempre al entorno, las relaciones, un sistema de cuidados que vaya desde lo social hacia lo familiar, hasta influir en lo personal. En palabras simples, es fundamental haber sido y ser cuidado para cuidarse. Es decir, nacer y desarrollarse en entornos que provean el soporte y bienestar necesario para resaltar las cualidades humanas como la cooperación y la ayuda mutua.
En esta misma línea, existe una disciplina relativamente nueva, llamada Bioarqueología del cuidado, que nos muestra como desde la Prehistoria encontramos testimonio de solidaridad, ternura y compasión desde el grupo hacia los miembros que necesitaban atenciones y asistencia especial. Esto sugiere que en estas sociedades todos los miembros eran valorados y asistidos cuando así lo requerían. Al parecer la evolución de la humanidad ha ocurrido gracias a este “sistema de cuidados” ya presente en estas sociedades incipientes y nos hacen cuestionar esta imagen de crueles y salvajes que normalmente tenemos sobre estos grupos. Esta disciplina emergente se dedica a identificar y analizar evidencia de discapacidad y cuidados relacionados con la salud en el pasado, a partir de los indicadores físicos de los restos humanos que sugieren un período de supervivencia con patologías graves y/o limitantes funcionales. Es decir, miembros del grupo que no podían o les era muy difícil valerse por sí mismos y cuya supervivencia dependía de contar con ayuda y cuidados.
El grupo de trabajo liderado por la investigadora australiana Lorna Tilley, ha logrado evidenciar 83 casos en diferentes lugares geográficos y épocas, desde el Paleolítico a la Edad Moderna. En estos estudios los huesos se transforman en testimonios de vida al mostrar, por ejemplo, lesiones que fueron curadas con ayuda del grupo, por lo tanto recibieron atención y cuidados.
Según Roberto Sáez, quien forma parte de un grupo multidisciplinar de Arqueólogos y Filósofos interesados en esta temática, a partir de estos hallazgos podemos preguntarnos por los vínculos entre la evolución humana y la compasión y encontrar relaciones entre las huellas de la evolución y las huellas de los cuidados.
Un ejemplo es Romito 2. Sus restos fueron hallados al sur de Italia y datan de aproximadamente 11.500 años, durante el Paleolítico. Un joven de unos 20 años , cuyos huesos muestran patología espinal, desproporción en sus extremidades, displasia acromesomélica ( enanismo) , anomalías en brazos, muñecas, manos, pies y cráneo. Su pertenencia a un grupo nómade , que se movía en un entorno montañosos, nos dice que dadas sus graves dificultades de movilidad, más aun en terrenos difíciles, este grupo omó la decisión de cuidarlo. Esto muestra la capacidad de este grupo para adaptarse a la nueva situación y acomodarse al nuevo individuo, evidenciando un alto grado de cohesión grupal, flexibilidad cognitiva y social. Estas condiciones les permitieron desarrollar estrategias de cuidado directo para Romito 2 , y tomar decisiones frente a los constantes retos físicos y de inclusión , lo que permitió su supervivencia hasta una edad considerable para la época.
Espacio de cuidado en Escuela Renacer, del trauma a la transformación
En Escuela Renacer Chile el tema de los cuidados ocupa un espacio central en nuestras formaciones, cursos, actividades hacia la comunidad, espacios de reflexión y de activismo. En este espacio convergemos personas que desde diferentes disciplinas hemos dirigido nuestro trabajo a observar, pensar, interpelar, cuestionar e intentar visibilizar situaciones de malos tratos y violencias en momentos vitales que requieren gran y delicado cuidado, como son la gestación, el parto, el puerperio y la lactancia.
En esta tarea, promovemos espacios educativos bien tratantes, en los que intentamos integrar la teoría, la práctica, la reflexión y la vivencia para producir, en conjunto, conocimiento, nuevas miradas a la atención, renovación de protocolos, develamiento de resistencias y dificultades, reconocimiento de aperturas y posibilidades para avanzar hacia modelos de atención que pongan los cuidados al centro o también llamados "Humanizados”.
En la escucha del grupo, uno de los temas emergentes en la mayoría de ellos ,y que año a año aparece en el discurso grupal, es la falta de cuidado hasta llegar a malos tratos y violencia, en las formaciones de pregrado de matronería y obstetricia. Aparece una especie de “prohibición de la ternura y la compasión” en frases como “no muestres debilidad con las pacientes”, “¿qué tanto hablas con las pacientes?”, “no las toques, toma distancia”, “tú eres la que manda” , dirigidas a estudiantes que tienden a otorgar una atención más cercana, que ofrecen escucha, y se conmueve frente al malestar de quienes atienden, por ejemplo frente al dolor durante el parto.
Aparece lo que podríamos nombrar como “currículum oculto”, ya que en paralelo se aprende las herramientas clínicas, protocolos, intervenciones, como también a poner distancia física y emocional, a acorazarse corporalmente, a mostrar firmeza ante todo, dotes de mando para “gobernar y conducir “, (según nomenclatura obstétrica),el parto y el nacimiento.
La Escuela otorga un encuadre claro, seguro y cuidadoso para que las y los estudiantes puedan ir observando e incorporando nuevas posibilidades para abordar la atención de las mujeres y sus familias. El Espacio Corporal que acompaña de manera transversal todas nuestras formaciones, es una instancia privilegiada para realizar una investigación
personal y grupal de la corporalidad. Un tiempo de pausa y silencio para dejarse “sentir”, dar escucha al cuerpo en su necesidad real y presente, descansar el deber del cuerpo para resonar con su deseo y darle cabida en la vida personal y laboral. Un espacio que respeta los ritmos, las resistencias, contracturas y tensiones e invita a desanudarlas e ir más allá de ellas con delicadeza y compasión.
Este contexto cuidadoso y acompañado de búsqueda se vuelve propicio para que capas corporales acorazadas y rígidas puedan reacomodarse de manera más flexible , dúctil y permeable. Un encuentro con aspectos vulnerables, sensibles, a veces dolorosos, pero también sorprendentemente sólidos , placenteros y livianos como el que provee la conciencia del soporte esqueletal.
Habitar el cuerpo proporciona una entrada directa al propio cuidado, un cuerpo vivo que busca su bienestar y placer en relación al cuerpo grupal y su bienestar comunitario. Inolvidable la reflexión de una estudiante: “pasé de sentir mi cuerpo como un envase, a sentirlo como un hogar”
Ser cuidado para reflexionar y aprender, cuidar a los y las que cuidan , cuidado de y entre los equipos de atención de salud, sistemas de salud que ponen los cuidados de sus equipos al centro, estados de bienestar, son puntos y urdimbre imprescindible para llegar al autocuidado real y profundo. Una red que sostiene para atender y cuidar momentos tan cruciales como el parto y el nacimiento con compasión y ternura.
Referencias:
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