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Hermana placenta: conexión corporal y espiritual - La voz del cuerpo


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La placenta es un órgano único y fascinante. Aparece únicamente durante la gestación y, tras el nacimiento, acompaña al bebé en su transición al mundo exterior. Cuando se respeta su tiempo y no se corta el cordón de manera prematura, ella entrega la sangre necesaria para que el recién nacido inicie su vida extrauterina con fuerza y con reservas fisiológicas y energéticas óptimas. Luego de cumplir esta misión vital, la placenta muere.


Para muchas culturas originarias de todos los continentes, la placenta es considerada una compañera inseparable del niño o niña en gestación. Se le ha llamado abuela, guardiana, gemela, hermana o ángel protector, reconociendo en ella un papel no solo físico, sino también espiritual. Así lo vemos en cosmovisiones mapuche, aymara y kichwa, o en lugares como Bali, donde la placenta es considerada sagrada y su despedida se transforma en un rito comunitario.


Allí, tras el alumbramiento, puede ser ofrendada a la tierra o al fuego, o guardada en vasijas de arcilla con cenizas, sal, hierbas y flores, hasta el momento de una celebración colectiva en la que se cuentan historias, se canta y se agradece. Las parteras consideran que tenerla cerca y en un lugar caliente beneficia la recuperación de la mujer, cuyo calor y el de su wawa son fundamentales de cuidar. Sea cual sea su destino, la placenta tiene un lugar conocido y sagrado: cada niño o niña sabe dónde se encuentra su gemela-guardiana, ese espacio íntimo al que podrá acudir en busca de orientación, calma o bienestar.

Como dice la abuela Naco, partera colombiana: “Es un lugar para conversar e ir a pedir consejo”.


El olvido en la cultura occidental


En cambio, en la cultura occidental y especialmente desde la medicalización del parto, la placenta fue relegada a la categoría de “desecho biológico”. La mayoría de nosotras no sabemos dónde está la nuestra, ni qué destino tuvo. Esta separación precoz nos priva de un vínculo profundo con el órgano que sostuvo nuestra vida antes de nacer.


Por eso, en los Cursos de Medicina Placentaria, surge la pregunta esencial: ¿Dónde está mi placenta? Para responderla, emprendemos un viaje hacia la memoria corporal, familiar y vital.


El ombligo como huella


La zona umbilical guarda el testimonio de esa unión con la placenta y con el cuerpo de nuestra madre. Al mirarla, masajearla y prestarle atención, despertamos imágenes, recuerdos y sensaciones. El ombligo es cicatriz y sello, marca de nuestra gestación y separación, y a la vez portal hacia un misterio: aquello invisible pero transformador que se abre al reencontrarnos con nuestra hermana placenta.

En este proceso, cada persona inicia una búsqueda única, como una arqueóloga de su propia memoria, siguiendo huellas que conducen hacia lo sagrado. La placenta aparece entonces en sueños, meditaciones, dibujos, escritos y experiencias corporales, hasta ser rescatada del olvido y devuelta a su lugar de honor.


El arte de recrearla


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El viaje culmina con la creación de una placenta personal, elaborada con los materiales que cada quien elija. Allí confluyen imágenes, recuerdos, emociones y visiones que emergieron durante la exploración. El resultado es profundamente conmovedor: obras llenas de belleza, verdad y expresión simbólica que transforman tanto a quien las crea como al grupo que acompaña el proceso.


Algunas frases de participantes ilustran esta experiencia:

  • “Es como un cojincito suave, necesito tenerla cerca en mi día a día, especialmente al dormir.”

  • “Recrearla me permitió sentir que en sus vasos sanguíneos habitan mis ancestras, mi madre, mi hijo y yo misma.”

  • “Hoy te devuelvo tu lugar como mi guardiana del nacimiento, como mi hermana.”

  • “Quise honrar no solo lo simbólico, sino también su biología: los cotiledones, las arterias, las membranas… cada detalle que guarda memoria.”


Un reencuentro sanador


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La búsqueda de la placenta es, en el fondo, una búsqueda de raíz, de pertenencia y de sentido. Reconocerla y honrarla es agradecer el soporte vital que nos sostuvo en el inicio de nuestra existencia. Al recuperarla, no solo rescatamos un órgano olvidado: retejemos nuestra historia, sanamos memorias y nos conectamos con nuestra esencia más profunda.

Porque la placenta no es un desecho: es hermana, guardiana, mapa y raíz.


📍 Este 11 y 12 de octubre volveremos a vivir un encuentro presencial de nuestra Certificación en Medicina Placentaria, aun puedes sumarte a nuestro Programa Intensivo y vivenciar esta experiencia transformadora con nuestras Placentas.



 
 
 

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"Cada uno, desde su lugar, puede participar en la iniciación de una nueva consciencia sobre la importancia de la manera en que nacemos"

Michel Odent

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